viernes, 25 de enero de 2008

Deambulando

Y finalmente acabó. Los días del trajín y las prisas finalizaron. El estrés dejó de habitar mi mente... Me siento satisfecha, pasaron tantas cosas, tantos ensayos, tantos encuentros, y el principal: el encuentro conmigo misma, con mis miedos, con mis alcances, con mis sueños, con mis, con mis...

En verdad resulta exultante sentirse así plena, llena de ideas, experiencias y satisfacciones. Por otra parte, esta dicha pasa a segundo plano, ya que las despedidas siempre pesan, un apretón de manos, un abrazo, un "me dio gusto verte", un beso...

Y luego, queda solamente el frío aeropuerto, tan lleno de gente, de voces, de idas y venires. Algo empieza a calarme, algo me duele aquí adentro. Es esta soledad que me atrapa, en medio de todo y nada...

Se agolpan los recuerdos, se agolpan las voces y palabras en mi mente. Como por encargo, me dirijo a buscar en una tienda, algo con sabor a almendras, y resulta que ¡no tienen!, como a Mafalda, me entra una basurita en el ánimo.

Sigo deambulando como loca, perdida en ese mar de "pasajeros en tránsito", intentando encontrar una cara amable que me diga: "no estás sola".

Mi último intento por no sentirme así, es el celular, me aferro a esa voz que me llama, pero que finalmente, también se despide...

Es un hecho, las despedidas duelen , siento esa pequeña marca que sé que no borrará ninguna crema antiarrugas.

Sólo queda esperar volver a reencontrarnos y pensar que esta vez será para siempre...

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