martes, 6 de enero de 2009

La elocuencia del silencio







“Es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras”
Espero que ninguno de ustedes se ofenda con la siguiente frase, Hay personas silenciosas que son mucho más interesantes que los mejores oradores. Si hablamos de comunicación y meditamos en la palabra silencio podríamos pensar que es lo opuesto, pero aún así en el silencio comunicamos ¿paradójico? Si nos ponemos a pensar nuestro silencio siempre significa algo. Hay mucha gente que cree que siempre se debe decir algo, para muchos es mejor decir algo a quedarse callado.
Hay silencios que dicen más que mil palabras y hay palabras tan insulsas que no dicen nada. Incluso podemos afirmar que hoy en día, como bien dice George Steiner, el silencio es un lujo, ya que en medio del marasmo de ruido en el que vivimos, ruidos tanto externos como internos, el poder disfrutar de un solaz momento de silencio nos produce más beneficios que ni ir al Tibet a meditar.
En nuestra cultura es tan difícil quedarse callado, siempre queremos externar nuestra opinión, e incluso cuando una persona permanece en silencio queremos indagar qué le ocurre. El silencio se relaciona íntimamente a la prudencia,
J. A. Dinouart, eclesiástico francés del siglo XVIII, afirmaba en su tratado El arte de callar que, "sólo se debe dejar de callar cuando se tiene algo que decir más valioso que el silencio" y establecía tres grados de sabiduría:
- Saber callar.
- Saber hablar poco y moderarse en el discurso.
- Saber hablar mucho, sin hablar mal ni demasiado.
El saber utilizar el silencio como un arma de comunicación interpersonal ya que para el que calla es mucho más fácil que ponga atención y escuche lo que desean comunicarle.
Y para concluir, cito las palabras de Cadoc: "Antes de hablar, considera, primero, lo que dices; segundo, por qué lo dices; tercero, a quién lo dices; cuarto, quién te lo ha dicho; quinto, las consecuencias de tus palabras; sexto, qué provecho resultará de éstas; séptimo, quién escuchará lo que digas.
Luego, pon tus palabras en la punta de tu dedo y hazlas girar de estas siete maneras antes de pronunciarlas; y de tus palabras no se seguirá nunca daño alguno.